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Si no aceptamos que la política como la conocemos se acabó, entonces no habremos aprendido nada de esta crisis sanitaria mundial, ni de las miles de muertes diarias que azotan a la humanidad. Todo habrá sido en vano.

Coronada por un virus, tras una larga agonía de más de treinta años, la señora Política Chilena finalmente colapsó, en medio de la gran crisis sanitaria que afecta a la humanidad. Sola, postrada en el pasillo de un hospital público, en la capital del país con el mejor sistema de salud del planeta.

Se acabó la política partidista, de grandes coaliciones de izquierda o derecha que entre defender y aceptar la desigualdad social han preferido salvarse a ellos mismos; se acabó la política del subsidio, que empodera a privados al punto de gobernar para ellos; se acabó la política de la élites, que tiene dividida a la sociedad entre ricos y pobres; se acabó la política del nepotismo, del compadrazgo que entierra la meritocracia; se acabó la política neoliberal, discriminadora y antisocial; se acabó la política del poder, que corrompe y ciega el espíritu; se acabó la política gremialista, que solo sabe verse su propio ombligo; se acabó la política cortoplacista, que arrasa con el planeta sobreexplotando los recursos naturales como si no existiera futuro; se acabó la política restrictiva, que prohíbe todo y coarta la libertad de las personas; se acabó la política económica que segrega personas en clases sociales; se acabó la política del tener; la política del yo, de lo mío. Se acabó la política oportunista, de grandes acuerdos entre cuatro paredes, a espaldas del pueblo y en nombre de la paz.

Se acabó la política que ni en una pandemia puso a la gente primero. No dio el ancho, como siempre protegió los intereses económicos por sobre los ciudadanos; no fue solidaria, sino mezquina; demostró no tener las espaldas financieras para apoyarnos, ni hacerse cargo de la seguridad social que siempre prometió y que jamás garantizó, como siempre cada uno debió salvarse solo, excepto las empresas que absorbieron todos los subsidios. El sistema neoliberal gobernante develó su verdadera careta de esencia individualista, discriminadora, no solidaria, sobre todo inconsciente de los intereses y necesidades de las personas.

La política como la entendemos hoy se acabó, punto final. El Coronavirus demostró que los verdaderos héroes no son los gobiernos, sino las personas. Dejó más que claro nuestra interdependencia, que lo que pasa en China impacta al mundo y a Chile, que todas las personas estamos hechas de lo mismo, que somos iguales en la vida y en la muerte, que tenemos más en común que diferencias, que si nos unimos podemos actuar como si fuéramos uno. Que es tiempo de construir un futuro común, porque ya no somos ciudadanos locales, sino globales. Una crisis global no puede abordarse como una crisis individual, solo la ganaremos de manera colectiva y así lo hemos comprobado. Es momento de actuar unidos como miembros de una misma sociedad, la humanidad conviviendo en un mismo mundo.

Lo que antes se veía como una montaña, hoy es del tamaño de una lenteja. Sencillamente ya no corresponde esperar que hagan algo por nosotros, sino hacerlo nosotros mismos, y no se entienda esto como un llamado a la insurrección, sino como un nuevo estado desde el cual hay que vivir. Un estado consciente y colectivo, con los demás. ¿Qué estamos haciendo al respecto? ¿Qué significa hoy ser Ciudadano? ¿Cuál es el rol de un Convencional Constituyente? ¿Qué nuevas dimensiones conscientes debe considerar una nueva Constitución? No habrá desarrollo ni futuro si no es sustentable, no habrá ciudadanía si no ejerce su poder.

¿Qué viene ahora? ¿Esperar que pase la pandemia y volver a Plaza de la Dignidad? ¿Reactivar el estallido social con mucha más fuerza? ¿Cómo vamos a entender este estallido social y las demandas sociales? ¿Continuar con el plebiscito, el proceso constituyente y la elección de los convencionales? En este nuevo escenario, donde la política se acabó, volver a lo mismo apenas revive el fuego, no hace brillar la luz. Volver al mismo punto no es avanzar, sino retroceder. Debemos ir más allá, es necesaria una nueva mirada colectiva. No estamos solos, nunca lo estuvimos, nos tenemos los unos a los otros. Despertar no es solo abrir los ojos. ¡Qué se levanten los sobrevivientes, como ciudadanos conscientes y abracen un nuevo Chile, ahora!

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